lunes, 16 de marzo de 2009

Consecuencias de la era tecnológica


En la cama, jadeantes y relajados, el hombre y la mujer sonríen al techo. La mujer se acerca al hombre y apoya la cabeza en su pecho. Tras unos instantes, la levanta y exclama sorprendida:
-¡Tu corazón suena como una rana!
-¿A que es alucinante?- el hombre no puede ocultar su satisfacción-. No te quería decir nada. Esperaba a que lo descubrieras tú sola para que fuera una sorpresa. Y lo mejor de todo es que no necesita operación, te tragas una cápsula con un microchip incorporado y él solito se adhiere a la pared del ventrículo derecho.
La mujer aún parece albergar algunas dudas.
-Sí, si no está mal, pero... ¿una rana?
-También tenían las opciones grillo, canario, vaca o zumbido de mosquito, pero la rana me pareció más original.
La mujer vuelve a apoyar la cabeza en el pecho del hombre, escucha, permanece callada.
-En enero del próximo año sacan la versión polifónica-dice el hombre al cabo de unos minutos de tenso silencio. Lo dice casi a regañadientes, por decir algo, sin convicción.

viernes, 13 de marzo de 2009

Buenos días, Marta


Al abrir los ojos aquella mañana, Marta se dio cuenta horrorizada de que la cabeza de Otto se encontraba entre sus piernas, hundida en su sexo, lamiéndolo con dedicación. Otto era un golden retriever de tres años, un perro noble y muy bien educado al que, hasta la fecha, jamás se le había ocurrido hacer nada semejante. Marta volvió a cerrar los ojos. Hay formas peores de despertar, pensó. Unos instantes más tarde, murmuraba unas palabras que no se entendían muy bien, pero que si no lo eran, se parecían bastante a: “buen perro, buen perro”.