viernes, 13 de marzo de 2009

Buenos días, Marta


Al abrir los ojos aquella mañana, Marta se dio cuenta horrorizada de que la cabeza de Otto se encontraba entre sus piernas, hundida en su sexo, lamiéndolo con dedicación. Otto era un golden retriever de tres años, un perro noble y muy bien educado al que, hasta la fecha, jamás se le había ocurrido hacer nada semejante. Marta volvió a cerrar los ojos. Hay formas peores de despertar, pensó. Unos instantes más tarde, murmuraba unas palabras que no se entendían muy bien, pero que si no lo eran, se parecían bastante a: “buen perro, buen perro”.

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